Tres jóvenes cooperantes de Behar Bidasoa relatan su experiencia como educadoras en Quito. MARÍA JOSÉ ATIENZA | IRUN.
Las jóvenes cooperantes Ane Etxabe, Aitziber Ochoa y Miren Rábade relataron ayer en el Museo Oiasso su experiencia como cooperantes en el colegio de las Hermanas Pasionistas de Quito, en un acto organizado por la ONG Behar Bidasoa. Las tres jóvenes trabajaron durante los meses de julio, agosto y septiembre de este año en el centro de enseñanza ecuatoriano, al que llegaron después de inscribirse en el programa Jóvenes Cooperantes del Gobierno Vasco. Además, colaboraron en el proyecto ‘Escuelita móvil’, dirigido a niños de la calle.
Lo primero que tuvieron que hacer a su llegada a la capital de Ecuador fue «acostumbrarnos a la ciudad, que es un poco desastre y al propio colegio. Tienes que romper tus esquemas y adaptarte rápidamente a otro concepto de ciudad, a otro concepto de educación…», señala Ane Etxabe.
El centro de enseñanza de las Hermanas Pasionistas acoge a alumnos desde la escuela infantil hasta el Bachillerato. Está situado al sur de Quito, en una de las zonas más deprimidas de la ciudad. «Nuestra tarea allí fue de refuerzo del trabajo que realizan las hermanas pasionistas, con las que convivimos prácticamente las 24 horas del día y que nos acogieron con mucha amabilidad. Es un colegio con escasos recursos materiales. Hay muchos alumnos por aula y prácticamente cuentas con una pizarra y los cuadernos que los propios alumnos traen. Son niños que tienen familia, pero en algunos casos están desatendidos y en general, sus recursos económicos son muy bajos».
En cuanto al programa ‘Escuelita móvil’, en el que también han colaborado las jóvenes cooperantes, «estaba dirigido a niños de la calle. Son niños desasistidos, con muchas carencias. Algunos son conflictivos y todos están muy necesitados de educación y de afecto. Al principio, los encuentras un poco reticentes, porque no están acostumbrados a las relaciones afectivas. Sus relaciones son más duras. Pero luego se van acercando, les enseñamos algunas cosas y acaban recibiéndonos con abrazos».
La experiencia como cooperantes en Quito «nos ha cambiado la visión del mundo», añade Ane Etxabe. «Nos hemos dado cuenta de que tenemos muchos prejuicios. Hay quien piensa que hay gente sin recursos porque no trabaja. Pero hay que ver cómo viven y conocer su historia antes de juzgar. Hay gente que necesita mucha ayuda porque no tiene ninguna oportunidad para salir adelante».
Felices con su trabajo en Quito, las jóvenes cooperantes recomiendan «sin ninguna duda la experiencia. Hay que salir y ver cómo está el mundo. Cuando vuelves ves que ha merecido la pena y te das cuenta de lo positivo que ha sido el viaje».
Publicado en el Diario Vasco de Irún
Behar Bidasoa. Las tres jovenes cooperantes, durante su charla en el Museo Oiasso. :: F. DE LA HERA