Qué tendrá San Francisco que a todos enamora? Con los nervios a flor de piel y sin haber pegado ojo, por fin pisaba de nuevo Bilbao junto a seis mañicos más. Estaba de nuevo en casa. Ese primer día comentaba junto a otra mañica veterana en la experiencia, lo diferente que encontraba todo. Cometí el error de pensar que lo que había cambiado era el barrio, pero ciertamente lo distinto estaba en mi mirada. En San Francisco entras con una mirada, y sales con otra muy distinta. En cuestión de horas, el barrio te atrapa y te hace sentir como en una burbuja. Te enamoran sus calles, sus colores, sus tiendas africanas, latinas, marroquís o de cualquier nacionalidad, su gente, sus niños, su luz.
Hargindegi sería de nuevo nuestro hogar, siempre respaldado por la calle Las Cortes y todas las mujeres que aguardan allí día y noche. Mujeres cómplices, de alguna manera, de nuestra experiencia y de nuestro paso por el barrio. ¡Qué bonito es nuestro hogar! Lleno de fotografías, de vida, de historias, de luchas, de sueños logrados y de derrotas…a lo que se sumará durante unos días más vida, más historias, más amistad, más ronquidos, más risas, más canciones, más amor, más Dios. Podría haber sido un mero local compartido con ciertas personas, pero la unión creada entre todos desde el primer momento convirtió a unos desconocidos en una auténtica familia. El País Vasco, Sevilla, Madrid, Valencia, Oviedo, Córdoba,El Congo y Zaragoza aprenderían de sus diferencias y juntos crecerían.
El segundo día conocimos la Iglesia de San Antón y Tximeleta, nuestro segundo hogar forjador de ideas nuevas, de evaluaciones constructivas para ser cada vez mejores, de confianza, de opiniones compartidas, de reflexión, de disfraces de Peter Pan, de ratos de futbolín y Ping Pong, de tantos y tantos quesitos para merendar. Este día supimos el grupo de niños y niñas (peques 1, peques 2, medianos o mayores) así como los monitores y coordinadores con los que compartiríamos las mañanas y una parte muy importante de este campo de trabajo.
A partir del tercer día, llega cada mañana Natalia con su cálido y tierno despertar (es ironía) a las ocho de la mañana. A las ocho y media tiene lugar la oración de la mañana con el enfoque del día, y a las nueve y cuarto todos tenemos que estar ya en lo que será nuestro tercer hogar, los colegios. A veces dudo de que este sea nuestro tercer o primer hogar. Durante la mañana, cada grupo acude al colegio que le corresponde para hacer actividades con los niños/as, salidas, juegos, manualidades, etc. Cada grupo de niños/as, organizados por edades, es muy distinto y aporta diferentes cosas. Por mi experiencia, los niños/as de entre 4-8 años, son como angelitos cuyas travesuras no son más que llamadas de atención y de cariño. De ellos he aprendido la sencillez, la importancia del cariño familiar, lo inmensamente feliz que puede hacer un beso, la sonrisa como cura a todo…pero este año, si me tuviese que quedar con algo de la parte de las colonias sería con la reflexión de que aunque a veces al terminar estas experiencias, puede parecer que un granito de arena es muy pequeño para cambiar las cosas, no somos realmente conscientes de lo mucho que en verdad hacemos. Y esto lo digo porque fue fantástico ver cómo se les iluminaban las caras a los niños y niñas con los que había estado el año pasado y a los que hacía un año que no veía.
Por la tarde, tras evaluar y planificar lo que se realizará en la colonia al día siguiente, se desarrolla otra parte del campo de trabajo. En vez de ser nosotros/as los que nos acercamos, son diferentes realidades las que se acercan a nosotros. Drogodependencia, personas sin techo, prostitución, inmigración, testimonios…protagonizan nuestras tardes. Son muchas las veces que podemos oír hablar sobre esto, pero escucharlo de primera mano y hacer una posterior reflexión sobre cómo nos afecta personalmente a cada uno desde una postura creyente o no creyente, permite abrir mucho más la mente, empatizar con las personas envueltas en estas realidades y cambiar la mirada ante todo esto que sucede a nuestro alrededor. Se eliminan barreras y prejuicios que la sociedad forma para volver la espalda a estas personas intentando así hacerlas invisibles. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI haya tantas y tantas personas atravesadas por estas situaciones? Cualquiera de nosotros y nosotras podría ser una de ellas, y quién sabe lo que nos deparará el futuro. Agradezco a Dios el corazón inquieto que me ha regalado, que nos ha regalado a todas las personas que hemos aportado nuestro granito de arena en esta experiencia, que hace que se me remuevan las entrañas ante estas realidades tan actuales y que por muchas veces que oiga o vea no caiga en la indiferencia.
Cuando llega la noche, recogemos el día como nos enseñó San Ignacio de Loyola y dejamos que Dios nos hable a través de todo lo vivido. Esto no nos lo guardamos dentro, sino que el compartirlo con el resto de voluntarios nos hace crecer como personas en la fe y en el amor a Dios y al prójimo.
Por último, agradecer a cada una de las personas que han formado parte de esta primera tanda de la colonia de San Francisco. Es inmensa la bondad que he visto en ellas, ya que a pesar de estar viviendo situaciones complicadas, no ha habido día que no hayan dado lo mejor de sí mismas, tanto con los niños/as como con el resto de voluntarios, haciendo de esta experiencia algo inolvidable. Todo esto me llena de energía para seguir luchando tanto por las barreras que a veces uno se pone a sí mismo como por las que unos ponemos sobre otros, sabiendo que la vida siempre se puede mirar desde otra perspectiva.
San Francisco no termina, sino que continúa al volver a nuestras ciudades de origen puesto que en todas ellas podemos encontrar un San Fran dentro. Aunque físicamente no esté en Bilbao, un trocito de mi corazón siempre estará allí con todas las personas que he conocido, desde los niños/as hasta el dependiente de la tienda de chucherías que sin duda ha formado parte de esta experiencia. Pido a Dios que la cotidianidad no cambie de nuevo mi mirada ni esconda todo lo vivido, sino que siempre guarde dentro de mí ese algo especial que te deja San Fran.
Teresa Guerrero Yebra (Grupos Javier-Zaragoza)